¿Eres una persona exigente? ¿Tienes esa voz en tu cabeza que no para de decirte todo lo que debes hacer?
Yo no sé si te pasa, durante mucho tiempo tuve un diálogo interno súper exigente, no lo sabía, me doy cuenta ahora. Una voz que siempre iba en busca de la perfección, de “querer ser perfecta” …no sé muy bien para quién.
La exigencia no da lugar al aprendizaje, fallar no es una opción. Todo es un asunto urgente. Queremos tener el control de todo y si algo se nos escapa aparece la ansiedad y el caos interno…y no solo somos exigentes con nosotros mismos sino que también lo somos con los demás.
La exigencia llama a la culpa (entre nosotras: detesto esta emoción), porque las cosas no salen como “deberían” o “como se espera que salgan”…. demasiadas expectativas que no dan tregua y nos hacen sufrir mucho.
Cuando comencé a estudiar coaching y PNL descubrí la palabra “excelencia”, y no solo la descubrí sino que comprendí que era una invitación a un cambio de perspectiva total.
La excelencia ve en el error una oportunidad única de aprendizaje, de conocimiento. Da lugar a la elección, a hacer las cosas porque queremos y no porque una voz interna me obligue a hacerlas. La excelencia es un compromiso con nuestra felicidad. La excelencia es conectar con nuestro mayor potencial en cada cosa que hacemos.
Cuando estoy en modo exigencia “soy buena” según las cosas que hago, del lado de la excelencia, en cambio, comprendo que “soy buena” independientemente de lo que haga.
Soltemos la auto exigencia, el qué dirán, el “debes hacer tal cosa”, soltemos el querer agradar, ser perfectas, el caer bien, el decir sí cuando queremos decir noooo, soltemos el poner a otros en primer lugar por mucho que los queramos (si no estamos bien nosotras, no le hacemos bien a nadie) …ufff ¡que ganas de soltar todoooo!
¿Me ayudas? ¿ Qué tienes ganas de soltar tú?
Elijamos siempre el camino de la excelencia. Tomemos compromiso con nuestra felicidad.
Te envío miles de bendiciones
Natalia