La rutina, el día a día, la vida “veloz” que todos, en mayor o menor medida, padecemos, se ve reflejada en nuestra salud y en nuestra capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas, tanto es así, que ni siquiera somos conscientes de nuestra respiración.
Aprender a prestar atención plena de forma deliberada sin juzgar es a lo que nos invita la práctica de mindfulness. Aplicarlo en nuestras vidas es, sin dudas, un desafío constante que requiere tiempo, paciencia y mucho amor por y para nosotros, nuestras vidas y las personas que nos rodean.
Sus beneficios son incalculables, aprendemos a poner atención y corazón a cada momento, detenemos el caos mental que, en ocasiones, se origina en nuestras mentes, aprendemos a respirar y a hacer de nuestra respiración una aliada para nuestros procesos de cambio y de equilibrio personal. Con mindfulness aprendemos a no identificarnos con nuestras emociones y esto nos ofrece la distancia y ventajas suficientes para encontrar soluciones a nuestros problemas y hacernos responsables de nuestras vidas.
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Con amor,
Natalia