Una de las cosas que aprendí cuando comencé mi camino de transformación” es que si quería que pasaran cosas diferentes en mi vida, tenía que dejar de quejarme. En aquel momento no entendía muy bien por qué tenía que dejar de hacerlo, hoy sé que la queja no me ayuda a resolver mis conflictos y además , me aleja de sentir paz interior.
En la vida se presentan esos momentos en los que no aguantas más, esos momentos en los que si tu vida fuera una película y tuvieras la posibilidad de apretar el botón de pausa, lo harías verdad?
Todo el tiempo nos estamos relacionando, algunas relaciones sacan lo mejor de nosotras mismas y otras, sin embargo, producen el efecto contrario y como no sabemos muy bien qué hacer con ellas, nos quejamos.
Me refiero a esas relaciones difíciles que te causan dolor: una compañera de trabajo que no te valora lo suficiente, tu marido o pareja que sientes que no te ayuda o que no hace lo que tú crees que debería hacer, o quizás estés cerca de alguien con quien no puedes ser tu misma. Una amiga que de pronto hace algo que no esperabas, Tu jefe/a que no comprende tu forma de ver las cosas, vecinos que no te dejan tranquila, tu hijo que no quiere estudiar…
La queja es la expresión de nuestra impotencia a no poder decir que no o a no poder poner un límite, es la expresión del dolor que sentimos dentro y qué no sabemos cómo soltar o qué hacer para que desaparezca.
Cuando nos quejamos pareciera que sentimos alivio pero en realidad no estamos cambiando nada, porque cuando terminas te sientes peor que cuando empezaste. Sin darnos cuenta adoptamos el papel de víctimas: “no sé que hacer con él”, “ya no puedo más”, “otra vez a mi”, “mi vida es muy difícil”, “siempre estoy sola”.
Te suenan alguna de estas frases? A mí sí, por ello las comparto.
Siempre que te quejas crees que la solución la tienen los demás. Hoy quiero compartir esto contigo porque para mi ha sido un peldaño muy importante en mi desarrollo como persona y ha favorecido muchísimo todas mis relaciones. Reconocer que cada vez que tengo un conflicto, yo puedo hacer algo al respecto, me hace sentir alivio porque eso quiere decir que mi paz no depende de otros, depende de mí.
Cuando nos quejamos creemos que estamos comprometidas con el problema y que así llegarán las soluciones. Sin embargo se produce el efecto contrario, entras en el bucle de lo tóxico y lo negativo, y sin darte cuenta te alejas de la posibilidad de resolver lo que te ocurre. Se produce un desajuste de tu energía, tu cuerpo comienza a entrar en tensión y tu corazón, quizás, comienza a latir más de prisa. Comienzan a aflorar emociones que bajan tus vibraciones y ya no sabes cómo has llegado hasta allí y mucho menos cómo salir.
La queja hace que sintamos cierta satisfacción hablando y hablando sobre lo mismo aumentado nuestra necesidad de llevar la razón y por lo general, nos buscamos “aliados/as” para que avalen lo que en ese momento decimos y sentimos. A veces sucede que las personas con las que nos quejamos, suelen ser personas cercanas que nos quieren mucho y como no les gusta vernos mal, lo que hacen es involucrarse en el tema de muchas formas: “echando leña al fuego”, “creyendo que tu problema es su problema y tomándose el asunto en forma muy personal”, “intentando ser neutral tratando de calmarte y de que te quedes tranquila”, la cuestión es que ninguna de ellas te sirve, porque nadie puede calmar el dolor que sientes, excepto tú misma.
El problema de la queja, no es la queja en sí misma. El problema es que nunca termina. Es eterna, nos quejamos por todo y de todo. Es tan automático que ni siquiera nos damos cuenta.
Creo que hemos aprendido a quejarnos porque no sabemos cómo gestionar el dolor que sentimos en algunas ocasiones. La impotencia es tan grande que creemos que no podemos hacer nada con lo que nos está sucediendo.
Pero esto es solo una percepción equivocada de lo que tú puedes hacer al respecto.
Hoy quiero contarte algunos pasos que doy cuando siento dolor e impotencia:
1- Cuando siento mucha rabia, tristeza o miedo, (Y una necesidad de ir a contárselo a alguien para que me diga qué tengo que hacer o que llevo razón) me voy a mi cuarto, sola, imagino que tengo frente a mi a esa misma persona con quien tengo un conflicto y le expreso cómo me siento. Es mi momento de descarga energética. Le pido a Dios que se lleve todo el dolor que tengo en mi interior y aprovecho para disminuir mis ganas de llevar la razón, de abrirme a otras perspectivas.
2- Equilibrio. Hago cosas diferentes, dependiendo el día, para centrarme. Elige una y prueba:
*Imagino que comienzo a flotar dejándome llevar por la corriente de un río hermoso.
*Escucho buena música. A veces algún mantra de Deva Premal.
*Coloco mis manos sobre mi pecho y respiro (reiki)
*Elijo mis propias palabras para centrarme en mi y en mi interior. Lo hago hasta que me siento en equilibrio.
3- Confío. Reconozco lo que me pasa y me doy cuenta de que soy parte del problema, por lo tanto puedo encontrar una solución.
4- Tomo decisiones: comienzo a reflexionar en las opciones que tengo para resolver el problema que tengo:
*Si es posible me alejo de la persona que, por muy buena que sea, saca lo peor de mi.
*Si no es posible, porque se trata de una persona a quien quiero mucho o un trabajo que me gusta, entonces, lo que hago es Aceptar completamente lo que sucede y trabajo en mi enfoque: dejo de prestar atención en lo negativo y comienzo a enfocar en lo positivo, en lo que me une o me aporta esa situación o persona.
* Busco formas sanas de expresarme y de ir poniendo límites con amor.
Si te gustan estos pasos, te los regalo. Es mi invitación a realizar pequeñas acciones que pueden cambiar un momento cualquiera, y cualquier momento puede ser el comienzo de algo diferente en tu vida.
# Afirmación: “Hoy elijo formas sanas de expresarme. Siempre hay una solución.”
Un abrazo muy grande de luz,
Natalia
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